Pertenezco a ese colectivo de personas damnificadas, mayores de cincuenta y cinco años, que nos encontramos en tierra de nadie a raíz de la última reforma laboral que su Gobierno puso en marcha.

Una gran mayoría de nosotros, a pesar de la edad, señora Báñez, somos personas incansables y perseverantes, que ponemos todo nuestro empeño en la búsqueda de empleo a pesar del desaliento que produce el hecho de ser descartado una y otra vez, incluso para aquellos puestos en los que alcanzamos el nivel de cualificación.

Por ello, deseo insistir en que no somos de los que se acomodan en el diván y pretenden vivir de las prestaciones y subsidios.

A pesar de los inevitables ajustes económicos que se ve obligado a llevar su Gobierno, en mi opinión, la legislación vigente en materia de ayudas al desempleo tiene múltiples lagunas y, en concreto, la concesión de subsidios no es todo lo equitativa que debiera ser.

Me resulta incomprensible que el Estado no disponga de herramientas que eviten que miles de personas que forman nuestro colectivo, se encuentren completamente desamparados. Este inmerecido abandono, además, compromete el futuro de nuestros hijos.

Claro que es impensable diseñar una ley para cada ciudadano, pero aunque no lo admita en sus intervenciones, es consciente de que la actual legislación hace aguas por todas partes, por lo que de una vez por todas debería comenzar a examinar la concesión de ayudas para que puedan llegar a quienes realmente se hacen merecedoras de ellas.

Espero que al menos lo aquí expuesto, señora ministra, sirva para reconstruir y modificar una ley que está discriminando por edad y generando un riesgo de exclusión inminente a nuestro colectivo tan desmedidamente perjudicado.