La gheada (o geada) es un fenómeno fonético propio de la lengua gallega que puede, a veces, pasar totalmente inadvertida para los hablantes de ciertas regiones en donde suele proliferar y en donde es usada diariamente con toda normalidad.

Hoy, al ver el cartel de la pescadería de mi pueblo, me ha venido al recuerdo aquel curso de gallego celebrado en Muxía, que compartí con un hoy corresponsal de un periódico provincial, -años ochenta y muy pocos- que recordaba, no exento de cierta emoción, el consejo de su maestro Don Guan, que debían conservar y guardar como reliquia ese fenómeno que era totalmente habitual y normal tanto en su habla diaria como en su zona. Decía mi amigo, que él se diera cuenta cierto día en que tuvo necesidad de llamarle a voz en grito. Y aquel Don Guan le rompió el alma, así de pronto. Y se le hizo la luz y se dio cuenta de que algo no era normal. Algo allí fallaba. Le sonó a falsete. Pero lo siguió usando.

Nunca dejaré de alabar a Muxía, no solo a sus gentes, -Barca aparte que en cada visita no se queda huérfana de una salve y un avemaría- su paisaje y su costa. Lo saben bien los peregrinos que me preguntan. Para mí tiene un encanto que me fascina; la característica sonoridad rítmica de su habla. Ese "¿e non había?"o el "¿e logo?" que no tiene desperdicio ninguno. En menor medida esta esa leve iotización de la "e"; Pi(e)lota, común también a Camariñas o Quemariñas.

El anuncio es harto elocuente; Xirelos en troques de surelos es el habla verdadera de una buena y admirable gente de la Costa de la Muerte, y en modo alguno seré yo su censor -defensor y devoto fiel de su Virgen como soy y de tan bonita tierra-. No entra ni puede entrar en mis tan cortas entendederas jocosidad o burla alguna. Sirva ello de ejemplo al gallego del parlamentario que se dice culto y que encima padecemos y sufrimos con su gobierno.

Y así lo dejo garabateado siguiendo la caprichosa deriva de las teclas, pero que nadie lo dude, con todo mi amor y cariño por esa tierra y las gentes de Muxía a las que profeso mi más encendida devoción. Seamos realistas, (de realidad no de realeza); ¡Cuántos fieles seguidores no tendría el Parlamento Gallego si allí usaran esa lengua tan sincera y tan bonita, sin ápice alguno de mentira o engaño!