En los años 60 jugué al fútbol con los juveniles del Ribadumia. Cada vez que ganábamos, el presidente nos invitaba a su bodega, donde reposaban los barriles del tinto de la tierra y así fue como empezó mi amistad por ese vino.

Desde hace años recorro la Ruta da Pedra e da Auga y al mismo tiempo recuerdo ese gran vino de receta muy antigua, que se bebe por tazas. Los antiguos pobladores de hace miles de años ya lo bebían, (seguramente otro vino) mucho antes que en algunas comarcas, que hoy se quieren perfilar como la cuna del vino.

La tierra fértil del Valle del Salnés tiene un clima bendito para las uvas y quizás su viticultura sea una de las más antiguas del mundo. Hace miles de años, después de prensar las uvas metían el vino en tinajas o ánforas de barro, las cerraban con una tapa de madera y las enterraban para que madurase. Actualmente algunos campesinos siguen esa misma tradición, pero con botellas. La viticultura florecía también en los tiempos en que fueron cristianizados.

Este vino es más oscuro que la noche, su aroma a frutos del bosque y tierra húmeda con un regusto ácido, nos hace pensar en aquellas guerras sangrientas entre tribus, por una oveja, el honor herido o cuestiones de fe.

En la bodega del presidente, la "cunca" del Barrantes iba siempre acompañada del bocadillo de jamón o chorizo. Si esperamos unos días, lo podremos acompañar con los famosos pimientos de Padrón.