Hola, les remito el siguiente escrito indignada por la situación en la que me encuentro.

Es sábado, 8:30 de la mañana y llevo literalmente toda la noche sin dormir. Vivo en pleno centro de Vigo, calle Arenal a menos de un minuto de la alameda, el metro cuadrado más caro de toda la ciudad y puedo decir, sin lugar a dudas, que el metro cuadrado más ruidoso de toda la ciudad.

Ostentamos el dudoso honor de ser la ciudad más ruidosa de España, en gran medida le reprochan este galardón al tráfico rodado pero yo tengo el "lujo" de tener además unos cuantos extras que aumentan los decibelios.

Esta calle de la ciudad se ha hecho famosa por sus locales de ocio nocturno, algunos llevan muchos años en activo sin mayores problemas. Recientemente el área de locales se ha ido ampliando hacia la calle Pontevedra e Inés Pérez de Zeta. La aglomeración de la gente en la calle ya supone bullicio, y ni decir que los efluvios del alcohol hacen maravillas con el más tímido que se arranca a cantar (gritar) como si un concursante de "La Voz" se tratase y, por supuesto, sus amigos no lo pueden dejar solo de manera que de forma espontánea consigue un increíble coro acompañante.

Pero, la verdad, la gente no es la que más ruido genera. Algunos de estos locales, supongo que como un método de reclamo, abren sus puertas de par en par con la música de turno sonando para todo el vecindario. Como pueden ver un lujo vivir aquí, sesión de dj gratis todos los fines de semana.

La noche continúa con la retirada, otro punto álgido. El cierre de puertas supone nuevamente aglomeración de masas. El alcohol a estas alturas de la noche (5:00-6:00) ya no actúa para exaltación de la amistad si no para destape de agresividad, de este modo los cánticos se sustituyen por peleas y gritos. Pasamos de sesión dj a boxeo al aire libre, una maravilla este barrio.

Para rematar la fiesta aparece el servicio de limpieza del ayuntamiento, en ocasiones acompañado (o escoltado) por la Policía local. Trabajan en equipo, la policía va retirando despojos humanos y los barrenderos sus secuelas. Empieza entonces la serenata de vidrio rompiéndose acompañada por la inestimable aportación de las barredoras viales.

Llegamos a las 8 de la mañana, no he pegado ojo, pero no puedo quejarme, vivo en un barrio de lujo y el suelo de la calle está como una patena. ¡Qué suerte la mía!