En las últimas semanas hemos podido ver algo, desde mi punto de vista, completamente bochornoso. Lo que se suponía que debía ser un partido de fútbol entre niños, terminó por convertirse en una batalla campal entre padres. Deprimente. Inaudito. Vergonzoso.

Son muchos los adjetivos que se me ocurren para esta clase de comportamientos. Buscamos tener niños y niñas que no acosen en las escuelas, que no vean la violencia como algo natural y que respeten a sus semejantes y? ¿qué es lo que nos encontramos? Padres y madres insultando al árbitro en partidos de niños de infantil, padres y madres presionando a sus hijos a competir, competir y competir, de una manera completamente insana para ellos, llegando incluso a los puños tanto padres como hijos.

Disculpen, pero eso no es competir sanamente. Disculpen, pero eso no es deporte ni los valores que implica un deporte.

Y entonces? el niño insulta a su hermano, o a un compañero en el cole y le castigamos, nos escandalizamos, les reprochamos su comportamiento, que cómo es posible que hagan eso ya que tienen que respetar a sus compañeros.

Claro pero? ¿es distinto para los adultos no? Esa frase recurrida de? "haz lo que yo te diga, y no lo que yo haga". No podemos pretender que nuestros hijos no insulten si nosotros somos los primeros en hacerlo. Parece que todavía no somos conscientes de que educamos más directamente con el ejemplo que con la palabra.

Las escuelas de fútbol están muy bien, todos los deportes son buenos para trabajar no solo el trabajo en equipo sino para ser disfrutados y, claro que sí, sentir ese deporte e ir a tope a por el gol pero... señores? señoras? es una pelota, es un juego y, lo más importante, son sus hijos e hijas los que están al otro lado del campo.

Párense a pensar. ¿Qué se pueden estar jugando ustedes en estos partidos? Creo que muchos no se han dado cuenta de lo que en verdad se juegan.

Se están jugando el comportamiento de sus propios hijos e hijas y no solo su visión de cara a un deporte, sino de cara a la vida, de cara a ustedes.

Espero que todos esos padres que he visto, la próxima vez piensen en qué es lo que se están jugando de verdad, porque en el juego de educar, a veces, no hay segundos tiempos ni prórrogas.