Siempre he creído que el llamado Día de la Salud era el siguiente al sorteo de la lotería de Navidad. Perdonen ustedes mi ignorancia supina. No es así, sino que el auténtico forma parte de uno de tantos días internacionales que las Naciones Unidas han creado para recordarnos a todos los ciudadanos que debemos cuidar nuestra salud, nuestro medio ambiente o nuestras cuestiones sociales. Eso sí, esta organización no tiene capacidad alguna sobre los estados para que se lo apliquen. Fue hace unos días. Paradójicamente o como en todos los actos previos a cualquier día D o S (del medio ambiente, sin coches, etc.) viene precedido de noticias en todos los medios periodísticos relacionadas con el asunto a la referida conmemoración. En esa semana y desconociendo, insisto, la existencia de la mencionada fecha, he visto diversos reportajes y opiniones sobre el aceite de palma, sobre el panga y sobre los plaguicidas en la agricultura. Después de ver todo ello, dudo en hacerme bulímico o anoréxico.

Sobre el aceite o las grasas de palma que recibe, por cierto, cantidad de nombres en las etiquetas de la industria alimentaria, para confundir, había leído hace muchos años sobre sus perjuicios.

Sobre el panga, hace años que se introdujo en España y también había leído sobre su poco saludable consumo, amén de que lo camuflen como otras especies. Su consumo fue frecuente en los comedores de colegios, pues su precio es barato. En el caso de los plaguicidas, cada poco tiempo los cambian porque se comprueba que tal cual componente del mismo produce daños sobre nuestra salud.

Realmente, ¿es todo lo que gira en torno a la grandísima industria alimentaria, saludable?, ¿está realmente controlada dicha industria por los diversos estados?, ¿son los controles de calidad y sanitarios iguales en todos los estados? Mi respuesta es un no rotundo. Es la época de la globalización y ya nada de otros se nos escapa. Hoy tenemos cualquier producto en nuestra mesa del país mas inhóspito. Los fabricantes alimentarios se empeñan en vendernos salud en sus productos, a través de campañas de marketing y publicitarias magníficamente diseñadas, porque saben que ese mensaje vende. La agricultura llamada ecológica, en la que al parecer existe bastante fraude, pretende volver a rememorar el pasado, cuando la mayoría de las tierras ya han sido maltratadas en las últimas décadas por el hombre. Es mi criterio.

En la calle existe la creencia de que hoy nos está matando, lentamente, lo que comemos. Los científicos tienen mucho campo de investigación alrededor de la alimentación, los organismos mucho que decir y prohibir y la industria alimentaria menos rentabilidad y mayor calidad, si realmente quieren velar por nuestra salud, no solo por un día.

Al final de toda esta carta, siendo ya la una del mediodía, teniendo en cuenta todo lo dicho, me pregunto: ¿y qué como hoy?... Pues cualquier cosa José, el resto que lo haga Dios, la génetica de cada cual y la medicina, porque si me fío de lo que me venden... voy dado.