Durante las próximas semanas serán muchas las referencias a Lezo, a secas, sin Blas. No para dar a conocer datos históricos sobre la figura del heroico almirante que tuvo nuestra Armada Española, sino para referirnos a un nuevo caso de corrupción política que tanto está minando y dañando la imagen del Partido Popular.

Una nueva salpicadura de las cloacas de la corrupción en las que algunas personas se han movido durante años con total impunidad, valiéndose del partido y de su condición de servidor público para delinquir y mancillar la honorabilidad de una organización, hoy bajo la sospecha permanente, así como la de muchas personas honestas que dedican su tiempo y esfuerzo a defender una opción ideológica en la que creen. Se percibe en las filas populares una sensación de rabia contenida, impotencia y hasta cierta resignación por parte de la sufrida y comprometida militancia, que sobre todo y ante todo es honrada.

Durante años se ha mirado para otro lado con cierta pasividad, permisividad y en algunos casos complicidad ante ciertas actitudes y comportamientos. Ojalá hace años se hubiera seguido el ejemplo de Cristina Cifuentes, que de oficio denunció ante la Fiscalía la existencia de actuaciones irregulares o presuntas corruptelas entre sus filas. A buen seguro que otro gallo cantaría. Eso sí es actuar con contundencia ante la corrupción.

Que la justicia haga su trabajo y ponga a cada uno en su sitio. Y mientras fiscales, jueces y tribunales realizan su labor, debemos exigir con la cabeza bien alta que no se pretenda estigmatizar y criminalizar a miles de personas honradas e inocentes que nada tienen que ver con la corrupción. Ni es justo, ni es sensato.