Me encuentro con él, me mira cabizbajo y me da las buenas tardes, respondo y le pregunto: "¿Cómo estás?". Levanta la mirada apresurado y me dice: "¿Qué?...". "Que cómo estás", repito. Sonríe, me dice que cansado pero bien, que ha estado pintando en casa, me enseña la foto orgulloso. Te ha quedado precioso, le digo, me da las gracias y se va, sus niños le llaman.

Es la tercera vez que me pasa esta semana, una tercera persona queda casi abrumada cuando le pregunto cómo está, o cómo va todo. Qué nos ha pasado, en qué nos estamos convirtiendo, una palabra amable puede mejorar en un instante un mal día de otra persona; hemos entrado en una vorágine desorbitada de mala educación, de desprecios, de orgullos, la vanidad del nuevo ser humano fulmina a golpe de jeringuillas de veneno de mentiras los seres que un día fuimos puros; porque todos, absolutamente, nacemos puros...

Casi me subo al tren chu chuuuu de la moda de pasar de todo, hasta de ser persona; o casi me caigo... bien! Frené a tiempo... puede resultar prepotente pero no lo es, intento volver a aquella niña de corazón limpio; y lo hago dejándome ayudar por los que me quieren, leyendo, escuchando, luchando... encontrándome conmigo misma y soñando: viviendo.

Disfruto de las carcajadas de mi niño, un regalo del cielo por el que veo que pasa el tiempo y del que aprendo cada día más; me gusta verle saltar o abrir mucho los ojos cuando descubre algo nuevo y me mira sorprendido (sí cariño mío, esto es para ti, es vida y puedes observarlo siempre que lo desees). Disfruto de los cafés rápidos que no dicen nada pero te hacen llorar de la risa. Disfruto del aroma de la cama recién hecha después de un día agotador y disfruto igual de agotada del primer café de la mañana, porque es un día más de regalo... Disfruto de la valentía que me sorprende con casi 40 tacos para decir verdades que nadie tiene porqué juzgar; sinceramente, me da igual, no son mi responsabilidad sus palabras, solo las mías. Disfruto de mi trabajo o de escribir en el sonido del silencio mientras pienso cuánto nos gusta que nos pregunten "cómo estamos"... Disfruto arrancando sonrisas o cuando alguien transforma mi mirada apagada en luz, doy gracias a ello... a encontrarme de nuevo "magia" en mi camino. Disfruto la vida que tengo, y me caigo a menudo, y me equivoco mucho más, pero todo tiene solución... solo hay que vivir.

Mirar a los ojos, recordar como se dice te quiero, como se dan esos abrazos que cortan la respiración o esos besos muy fuertes que dejan pintalabios en las mejillas, como los de mi abuela.

Los pequeños instantes, los pequeños gestos, las pequeñas frases, hacen grande la esencia del ser humano.

Voy a soñar, hoy me dormiré pensando que mañana todos seremos niños componiendo una canción que se titule: "¿Cómo estás hoy?". Y que empiece: "¿Por dónde seguimos viviendo?... larararalara..."