Era nuestro capitán y, cuando digo nuestro, significa que su labor en el grupo tenía el símbolo de unirnos a todos en pos de un objetivo claro y definido. Sus órdenes y su criterio no se ponía en cuestión porque simplemente creíamos en él y porque su experiencia y sabiduría nos llevaban a la victoria inapelable del saber "estar".

Pero sobre todo era mi capitán, uno que todos asumimos en nuestro interior de un modo diferente y por ello quiero relatar a ese capitán que me llevaba, no por la senda de la victoria o de la derrota, que esa es una responsabilidad intransferible y única, sino por el camino de la lucha, de la concentración, de no desmayar en el esfuerzo y, sobre todo, del ánimo tranquilo con el que te aconsejaba.

Jamás transmitía crispación ni mal humor ni enfado ante cualquiera que fuese la situación vivida, porque sabía que el tenis y la vida son parejos y, cuando era necesario, admitía la derrota como una simple posibilidad que se podía dar en la vida.

Simplemente me enseñó que la derrota y la victoria son estaciones transitorias y que ambas nunca pueden vencer al abrazo último tras la red, no pueden vencer a las miradas de reconocimiento que nuestros rivales, en el tenis o en la vida, merecen porque ellos nos hacen grandes, porque ellos, nuestros rivales y amigos en la vida y en el tenis, nos hacen simplemente, mejor personas.

Gracias, Sesé, por todas las lecciones recibidas; gracias, Sesé, por dejarme a través del tenis entrar en tu vida; gracias, Sesé, porque las lecciones recibidas espero no olvidarlas jamás mientras dure un soplo de vida en mi vida; y, gracias, Sesé, por haber tenido -tú me los has dado- el privilegio de ser un jugador de infantería en tu soberbia capitanía. Simplemente, gracias.

No quiero dejar esta dolorosa despedida sin proclamar las palabras de Ruyard Kipling sobre el azaroso paso por la vida que expresa en su poema "If": "...Si puedes ser odiado sin dar cabida al odio... Si triunfo y derrota se cruzan en tu camino y tratas de igual manera a ambos impostores...; Si puedes tolerar que los bribones tergiversen la verdad que has expresado...; Si no pueden herirte ni amigos ni enemigos...; Si puedes rellenar un implacable minuto con 60 segundos de combate bravío tuya será la tierra y sus codiciados frutos".

Así has sido tú, un compañero de y para la gloria.