El hecho avalado por la Biología y la Genética de que la vida de una persona empieza en el momento de la concepción, en la que se produce la unión del óvulo y el espermatozoide descarta el principal argumento de los abortistas.La negación de este hecho, que no opinión, es una falaz argumentación que solo pretende encubrir que abortar es matar. Negando la realidad biológica acaban evidenciando que lo único que les importa es facilitar y promocionar el aborto.

El clamor continuo de la sociedad pidiendo el fin del aborto, la mayor tragedia humanitaria de nuestro tiempo, contrasta con la actitud pasiva y cómplice de la clase política. El golpe traicionero recibido por la causa provida, la decisión de Mariano Rajoy de no sacar adelante, a pesar de su mayoría absoluta, una Ley de Defensa de la Maternidad, ya aprobada en Consejo de Ministros, demuestra que cuando en política se pierden los ideales y todo se reduce a la gestión económica, la banalización del ser humano está servida. Más de cien mil abortos al año en España es la herencia que arroja la sombra de Caín sobre los gobernantes tibios, esos que, al parecer, quieren ignorar a los nasciturus y a las mujeres embarazadas en dificultades con tal de permanecer en sus escaños ¿Cuántas vidas indefensas más tienen que morir? ¿Tienen conciencia nuestros dirigentes?¿Tienen sentido común?¿No es absurdo proponer la práctica de los vientres de alquiler para combatir el invierno demográfico mientras se apoya el aborto?

Cuando miles de vidas están en juego, cuando miles de mujeres permanecen solas ante la tentación de abortar, cuando el Estado entra en una degradación moral renunciando a defender bienes morales básicos como la vida humana, no podemos permanecer callados y mirar hacia otro lado.

Una vez más en la historia contemporánea de la defensa de los derechos humanos, la sociedad civil está jugando un papel decisivo, al igual que en su día lo hizo en la abolición de la esclavitud o del racismo. Está claro que el deseo de acabar con el aborto no está siendo respaldado por la clase política, sino por una sociedad civil que le ha recordado mediante multitudinarias movilizaciones que su visión del ser humano no es acertada. Apelar a la falta de consenso y al sacralizado derecho de decidir para matar a un inocente son las excusas dirimidas por nuestros políticos. Una sociedad sana no puede convivir con una ley permisiva con el aborto ni con la actitud cobarde de su clase política. No todo puede medirse en términos de rentabilidad monetaria, hay cosas que se cifran en términos de rentabilidad social. Cuando una ley priva a un ser humano del derecho a la vida, cuando no garantiza su protección, el Estado no ejerce su función de salvaguardar los derechos de todo ciudadano, y especialmente de quien es más débil, quebrantando así los fundamentos del Estado de derecho. Esta es una carrera a largo plazo, con una meta final, el fin del aborto. Seguiremos proclamando la defensa de la vida, algo obvio y elemental, pero ganaremos porque la verdad está de nuestro lado. Confiamos en que la humanidad acabará reconociendo los horrores de la cultura de la muerte como una pesadilla felizmente superada. Un esclavo, un negro, un concebido, un anciano y un moribundo eran y son personas, seres humanos.