A principios de los años 2000 estábamos en Rumanía a más de diez años de la muerte de Ceaucescu y la mordida se pagaba en todas las partes. En el tren, por ejemplo, los que viajaban con tique eran muy pocos, la mayoría pagaba la mordida al conductor. Si necesitabas un papel de la administración pública, por insignificante que fuera, junto con la solicitud tenías que dejar dinero, tabaco, chocolate o café. En la jerga ese tipo de mordida se identificaba con un café. Sin el café no podías ir a ningún sitio.

En el sistema de enseñanza, los maestros y los profesores han desarrollado métodos propios de cómo provocar la paga de la mordida. En el ciclo primario los maestros evaluaban injustamente a los alumnos cuyos padres no han pasado por caja hasta que los padres señalados acudían a hacer un regalo (individualmente o en grupo). Fue famoso el caso de una maestra de mi ciudad que se ha quejado abiertamente en la reunión de padres que le ha costado muy caro ajustar el collar recibido. En Secundaria y sobre todo en bachillerato, con la complicación de las asignaturas, muchos alumnos estaban en peligro de repetir el año -en Rumanía suspender una asignatura al final del curso implicaba automáticamente repetir el año-. Para evitar esa situación, acudían a tomar clases particulares de los mismos profesores que les daban clases en el instituto. Esa era en realidad una forma encubierta de comprar el aprobado, ya que ningún profesor suspendía al alumno que le pagaba.

En el ámbito universitario se compraba desde el examen de admisión en la facultad hasta el diploma final. Con la proliferación de universidades privadas todo el mundo obtuvo un título, se llegó a decir que todas las cajeras de supermercado tienen un título de Empresariales y que todos los agentes de policía son licenciados en Derecho. El ex primer ministro ha plagiado su tesis doctoral pero no dimitió por esto, finalmente tuvo que hacerlo por otro motivo.