El pasado 12 de diciembre, festividad de la Virgen de Guadalupe, fallecía en Roma monseñor Javier Echevarría, obispo prelado del Opus Dei, después de una vida gastada en el servicio a las almas. En su última carta del mes de diciembre, nos invitaba a vivir cristianamente la Navidad y afirmaba que "la Iglesia nos anima a acelerar nuestra marcha hacia el Señor". En su escrito estaba presente, como siempre, la Virgen María que "en la aridez de ciertas jornadas, nos hará encontrar flores colmadas de buen aroma, del bonus odor Christi, como se narra en las apariciones de la Virgen de Guadalupe a san Juan Diego, que conmemoramos el día 12". Pues bien, ese mismo día en que celebrábamos este acontecimiento celestial, la Morenita lo acogió bajo su manto y lo presentó ante el Padre.

San Josemaría, el beato Álvaro y don Javier sentían un especial afecto por la "linda morenita" a la que habían visitado en la villa en 1970. Guadalupe es obligada meta de santos.

La Guadalupana le cumplió a san Josemaría su anhelo de morir mirando su imagen, mientras Ella le entregaba una rosa, con una maternal sonrisa y lo llevaba a la Casa del Padre. A don Javier le ofrecieron acercarle una imagen de la Virgen Morena que estaba cerca, a lo que él, que apenas ya veía, respondió: "No hace falta, ya la veo en el interior siempre". Gracias por ser un "hombre de corazón grande" y por su celo sacerdotal.