Hace un par de meses, un amigo mío hizo a pie el Camino del Apóstol desde Bélgica hasta Finisterre. Como quería ver el Pedrón que se encuentra en la iglesia parroquial de Padrón, pernoctó en el Convento de San Antonio de Herbón. Allí los voluntarios del convento le comunicaron que sería despertado de una manera muy especial. Pensó que sería a través del sonido del campanario. Al día siguiente, cuando la noche estaba desapareciendo -eran las seis de la manaña- escuchó una voz y música sacral, se sentó en la cama para seguir escuchando y se dio cuenta que era el Hallelujah o Aleluya de Leonard Cohen, pero interpretado por otro cantante. Quedó tan emocionado que ese momento jamás lo olvidará, me dijo.

En Noia había degustado el pulpo acompañado de los pequeños pimientos de Padrón. Al día siguiente al llegar a Finisterre y depositar un par de prendas en el montón de ropa para ser quemadas y así finalizar con el ritual del peregrino su recorrido, escuchó de nuevo la misma canción del Aleluya, esta vez el sonido salía de un iPhone de un peregrino inglés. Llegar a Finisterre, el final del camino, ver el infinito Atlántico y ser recibido con la misma música, es para llorar de alegría, me dijo.

Hace unos días, nos encontramos en un comercio de comestibles españoles en el ciudad belga de Lieja, pues el jamón, chorizo ibérico y el albariño, nunca faltan en nuestras mesas. Me comentó que el próximo año quiere realizar la Ruta de los Faros y que próximamente me llamará para perfeccionar el recorrido. De pronto se impresionó y señalaba con el dedo el lugar de donde procedía la música. Era el Halelujah, pero esta vez de Leonard Cohen, ¿Cómo es posible? se preguntaba. En el convento, en Finisterre y ahora con un amigo gallego la misma canción. Sé la relación que guarda la gaita con Galicia, pero esta música es algo especial, ¿tú lo comprendes?, me preguntó. Sin pensarlo le contesté que "Galicia es el Cielo".