Sofía, el nombre de mujer más extendido en el planeta, podría representar a todas esas personas que día a día libran una batalla desigual desde su nacimiento en una sociedad que se empeña en limitar su realización personal encadenándolas a estereotipos ancestrales que no evolucionan al ritmo de los tiempos. Nos consolamos dirigiendo nuestras miradas hacia lugares donde se practican ablaciones o se las oculta bajo la ropa para que, como otra propiedad más, no sean observadas por nadie más. Pero, ¿cuáles son los valores que se venden en películas, libros?? La respuesta no dista mucho de esos burkas, cuando escuchas a chicas felices de un amor opresivo justificado por la dicha de tener una pareja celosa que la controla, que limita sus relaciones, su forma de vestir y pensar, hasta que un día se ve aislada de la vida que le tocaba vivir. En otros casos en la que la fortuna ha sonreído más a Sofía, llega a alcanzar la independencia a lomos de un trabajo por el cual será retribuida con un veinte por ciento menos que sus compañeros. Lo cual conduce a una obviedad: si ya no se valora de igual forma su trabajo, será muy probable que la posibilidad de ascensos sea igualmente limitada.

Hoy mi intención es poner voz a todas esas Sofías que han sido utilizadas cruelmente como un objeto al que se tira después de haber disfrutado de él. Durante estas dos últimas semanas he escuchado como un animal ha destrozado sistemáticamente, física y psicológicamente a niñas en Madrid; como una niña de catorce años fue violada, casi como una tradición familiar, por su padrastro y hermanastro, sometiéndola por el miedo de la culpa; como otro animal mataba a golpes con una tetera a su mujer; amigos que su forma de diversión era la violación en grupo para vanagloriarse posteriormente en las redes de tan grande hazaña. Es difícil encontrar la justificación a todo esto, ya que ni los mismos animales tienen estas conductas.

Estoy convencido de que por más lazos que se coloquen en los ayuntamientos, por más noticias que salgan en los telediarios nada cambiará para las mujeres, por más que luchen ellas, hasta que comencemos a luchar los hombres por una sociedad paritaria, hasta que las manifestaciones en contra de todo lo expuesto no sean encabezadas por hombres que deseen que no se sigan robando vidas antes de ser asesinadas por el único delito de querer recuperar la libertad.