En los últimos años nuestra provincia viene padeciendo una fiebre arqueológica. Los castros se están descombrando para sacarlos a la luz del día. Se encuentran miles de objetos que tendrán que ser analizados, inventarizados, conservados y aquí es donde encontramos un problema, esos objetos utilizados por aquellos pueblos primitivos nunca más verán la luz del día. Se meterán en bolsas de plástico y se guardarán en cajas de cartón.

Nuestros políticos, los de los concellos, no están interesados en coleccionar objetos viejos y exponer nuestras raíces, prefieren la música y la gastronomía. Pero mientras la Diputación tenga en nómina a varios arqueólogos, estos podrán seguir excavando. Lo más curioso es que se trabaja por etapas para contentar a todos. Se excava durante un par de meses y se abandona el proyecto, para después de un año, cuando los restos encontrados y restaurados se encuentran semienterrados por la naturaleza, reanudar los trabajos.

A veces nos preguntamos si ¿vale la pena meter la pala en el suelo, para descubrir restos de hace miles de años? Creemos que no y este no se debe a que los políticos locales no tienen la cultura suficiente para mantener y conservar esas reliquias de nuestra historia. Si no pueden conservar esas pequeñas piedras en formación circular (castros), tampoco podrán conservar los edificios de la ciudad, que pertenecen a nuestro patrimonio.

A todos nos gusta vivir en una ciudad histórica y cuanto más vieja mejor, pues nos apropiamos de la sabiduría de sus muros y piedras. Los castros contienen mucha cultura que aun desconocemos. A los romanos les gustaba mucho el Mediterráneo, el Atlántico era para los celtas y el Caribe para nuestros políticos.