Cuando uno es católico creyente, aunque tenga algunas dudas razonables, debe obediencia a los mandatos de la Iglesia.

Sin embargo, no siempre estamos dispuestos a acatar ciertas normas y directrices que dicta la jerarquía eclesiástica. Porque, en cierta medida, nuestra razón individual nos hace librepensadores.

Dicho lo cual, ante las limitaciones promulgadas por la Congregación para la Doctrina de la Fe cuestionando la libertad de aventar o guardar en la intimidad del hogar las cenizas de nuestros difuntos, y advirtiendo que los fieles que se decanten por esas prácticas pueden verse privados de las honras fúnebres, yo me siento agredido en mi individualidad de conciencia como ser humano.

La Iglesia católica podrá tener potestad para negar las exequias en sufragio del alma del difunto, pero no olvidemos que los creyentes disponemos de un medio infalible para comunicarnos con Dios: la oración. Y a través de ella podemos suplicarle que acoja en su seno el alma inmortal de nuestros seres queridos fallecidos. Definitivamente, no necesitamos intermediarios para hablar con Dios.