La democracia (doctrina política) es un bien social, asimétrico y mal administrado por aquellos políticos que generan, establecen, permiten o albergan ciertos nidos de corrupción en el seno de las instituciones y en sus propios partidos. Los altos cargos gubernativos, que emiten o consienten burocracias tóxicas con cláusulas clavo, "son los que desdoran el respeto y perturban la convivencia social".

Las cúpulas y los portavoces de los partidos vierten demagogias (sentido de la equidad no acreditan) desde su posición ventajosa para amedrentar voluntades ajenas y convencer a unos de que los otros son muy malos.

La democracia-política "es un instrumento que todos los políticos tocan, pero ahuyentan a muchos espectadores del concierto -paganos-, que terminan abandonando la sala por no entender la comedia musical".

La democracia-política también se puede comparar a una "lonja" financiera (banco de buena vida) en la que todos los políticos -especuladores- compiten por conseguir votos, subvenciones y buenos salarios públicos. La democracia masificó la Administración y convirtió la política en un medio de vida, ocioso, a costa de muchos impuestos y del trabajo mal pagado a los obreros.

Los diputados votan, aprueban decretos y leyes, "trabas y trampas", que bloquean las vías dignificantes del empleo, del trabajo y del salario de los trabajadores.

Los que se acomodan en puestos de mando gestionan las instituciones y organismos como "guaridas" propias, para proteger los vicios inherentes al sistema y mantener los privilegios que apalancan su medra personal. Es una sinrazón humana que, en democracia, la asechanza política recorte salarios obreros, pensiones, sanidad pública, educación y otros derechos sociales..., así como subir impuestos y tasas, para reducir una crisis económica provocada por unos políticos perversos, que incrementaron sus ingresos y bienes patrimoniales sin miramiento, sin escrúpulos y sin pudor.

En España hay muchos "cabos y golfos" que se adentran en la tierra o en el mar sin tener en cuenta el daño que pueden causar; a unos no les preocupa que suba el nivel del mar y los otros no se inmutan aunque se inunde la tierra.

La democracia está siendo peligrosamente desmoronada, entre duras turbulencias políticas, porque los políticos no ofrecen confianza, no son leales al pueblo, no expresan voluntad, no muestran tolerancia, ni aportan congruencia.

Cuando la codicia humana toma los cielos de la política por asalto es urgente reforzar el sentido de la democracia para intensificar su permanencia. Lamentablemente, por más que se pueda combatir, la corrupción política (acción inmoral) siempre presentará alegatos, arteros para seguir costeando las cloacas del poder. Los vicios políticos en esta democracia son deplorables.