El Papa Francisco escribió hace años un penetrante artículo sobre corrupción y pecado, en el que afirmaba que toda corrupción social es consecuencia de la corrupción de los corazones.

De ahí provienen las malas intenciones, la avaricia y el robo. Y apuntaba que el corrupto llega a considerar su enriquecimiento ilícito como algo normal, y por tanto no llega a arrepentirse.

Es una reflexión oportuna cuando se despliegan los macrojuicios de los casos "Gürtel" y de las "tarjetas black", y cuando tenemos semiolvidados los casos ERE y cursos de formación en Andalucía, que han coincidido en el tiempo y en los que están implicadas numerosas personas que antaño fueron relevantes en la sociedad española.

Ahora se trata de administrar justicia con todo el rigor, pero también con todas las garantías que establece el Estado de Derecho.