Me siento profundamente decepcionada por un exlíder que en su primera campaña electoral dijo no a la OTAN, y después hizo campaña por el sí. Me siento defraudada por un expresidente que habló de reconversión industrial, cuando se trataba de cierre encubierto de empresas públicas. Me siento desazonada por un expolítico que llevó a cabo una política económica neoliberal que supuso la privatización de empresas públicas económicamente rentables, el contrato basura y el primer medicamentazo.

Sí, yo fui una de las niñas besadas por Felipe González en su campaña de 1982; y para mí era un ídolo, un semidios de la socialdemocracia moderna, al que finalmente nunca llegué a votar alcanzada la edad adulta porque, a pesar de mi juventud, viví en primera persona todo lo anterior mezclado con buenas dosis de corrupción. Yo también me siento frustrada, como si me hubieran engañado.