Hubo un tiempo en que la mar parecía despensa inagotable y la práctica del descarte se aprobaba. El bajo precio de la pesca no orientada impedía subastarla en lonja pese a albergar valor nutricio equivalente al de la pesca-objetivo.

Pero la tecnología punta entró en los barcos y el poder de pesca se disparó. Entonces, las especies-objetivo escasearon y los descartes resultaron intolerables. La gestión de los caladeros daba así un giro de 180º al asumir que "todo o que malla na rede é peixe": el descarte ya no se arría por la borda y se estiba en las bodegas. Y, de rebote, queda resuelto gran parte del problema de la baja selectividad de las artes de pesca. El mundo da muchas vueltas...

El Papa Francisco también recurre a la cultura del descarte del ser humano frágil (embrión, enfermo, pobre, anciano). Con dos diferencias respecto al pescado: 1) El valor es la persona cuya magnitud de hijo/a de Dios impide tasarla en precio. 2) La familia según el designio de Dios es la única red de pesca no selectiva de seres humanos. Solo en la familia alguien es querido por su valor (por lo que es), no por su precio (salud, inteligencia, belleza que tenga). El mundo, de tanto mirar veletas presenta síntomas de mareo? Francisco prefiere la brújula.