Parece comprobado por las declaraciones de sus gentes, que la mayoría de los habitantes de Tordesillas apoya la celebración del Toro de la Vega, en donde a pie y a caballo se lancea a un toro hasta darle muerte. Esto que gusta a la mayor parte de sus habitantes, cuando lo ven otras personas de otros pueblos ajenos a esta fiesta, la mayoría siente un rechazo en el alma.

Podemos preguntarnos si la gente de Tordesillas tiene menos sensibilidad al sufrimiento ajeno, o si es mejor o peor que la del resto del mundo, y la contestación no puede ser otra que no. ¿Qué pasa entonces?, y la respuesta es la costumbre. Qué cosa mala es dejarse llevar por la inercia de lo de "siempre se hizo así, y no veo por qué ahora hay que cambiar las cosas". Creo que cada cierto tiempo debíamos de realizar un chequeo de idoneidad a lo que estamos haciendo.

Escuché a una señora en la TV decir que no entiende por qué no dejan hacer la fiesta como siempre, cuando ahora con la autorización del "Toro de la Peña" al final también matan al toro. Esta señora no debe tener clara la diferencia entre morir de repente y morir lentamente acorralado y lanceado.

Los humanos hemos alcanzado un grado de civilización, que de cierta manera nos hace pensar que la ecuanimidad preside nuestros razonamientos, pero veamos lo que somos capaces de hacer en ciertas circunstancias. Hace poco tiempo se realizó un experimento para medir la capacidad del hombre de causar sufrimiento a otros seres humanos bajo ciertas condiciones, y se les puso ante un ordenador, de forma que al apretar un botón, se le aplicaban una descarga eléctrica, no mortal pero dolorosa, a una persona que estaba en la pantalla. Bajo el imperativo de medir la capacidad de mando y obediencia, se le ordenó en un momento determinado apretar el botón que le producía una descarga eléctrica a la persona de la pantalla, y fueron los menos los que se negaron rotundamente a apretarlo.

También tenemos aquel experimento imaginario, de poner a un europeo ante un botón, sabiendo que al apretarlo, te hace automáticamente multimillonario, pero también produce la muerte de un chino anónimo entre los muchos millones de chinos que hay en el mundo. Ahora podemos hacer conjeturas sobre cuantas personas apretarían el botón y cuantas no, pero seguro que habría muchos lo harían.

Traigamos también el caso del apoyo masivo que le dio el pueblo alemán a Adolfo Hitler cuando estaba en el auge del poder. Sabemos que el dictador estaba realizando un genocidio. ¿Cómo el pueblo alemán pudo ser insensible ante esta barbarie y apoyarlo?