Busco palabras y solo encuentro el lamento y la desesperación de la crónica de una muerte anunciada. Debiera comenzar diciendo que es indignante, aún cuando la expresión correcta sería, "es mortal". Efectivamente, viajar a través de Galicia en tren resulta mortal: 79 muertos en julio de 2013 en Santiago yacen en un doloroso olvido sin repercusiones para ningún político o directivo de Renfe o Adif; a estos se le suman el pasado viernes, cerca de la ciudad de Vigo, otras cuatro personas. Los motivos son tan evidentes como las obsoletas infraestructuras en este paraíso olvidado. Yo me pregunto cuánto cuesta una vida. ¿Cuesta lo mismo en Galicia, Madrid, Cataluña?? Si la respuesta es que sí, ¿por qué las estadísticas dicen que no?

Ahora toca lo de siempre, políticos desplazándose en campaña electoral con ensayadas caras de afligimiento, para que todo vuelva a ser lo mismo nuevamente: un par de carteles indicadores, cuatro chapuzas que se airearán como si de tecnología aeroespacial se tratase, para esperar a un nuevo trágico verano. ¿Seremos capaces de hacerlo bien esta vez? Y empleo el plural, porque nuestra obligación es no olvidar a los que han perecido por nuestro silencio.