No puedo ocultar una ligera decepción ante las primeras apariciones de los cabezas de lista de las distintas opciones políticas de las autonómicas gallegas metiéndose con el PP y su candidato Feijóo. Todos a una contra él. No hay día ni ocasión que desaprovechen, bien sea proponiendo milagrosas soluciones o falacias de recortes y otras carencias que solo ellos son capaces de ver y enseñarnos.

Estamos mucho peor que lo que dicen que están los venezolanos. Un auténtico valle de lágrimas se despliega ante ellos en cada comparecencia o mitin. Discursos cojitrancos con aires de gañán y chulesco ademán van dejando escrito en periódicos o con vehemente enfado verbal en televisiones acompañados de música de pachanga propios de tales mesías. Son todos de la misma hornada; no tienen muchas luces largas pero las cortas las llevan siempre encendidas, están siempre al cabo de la calle, de resultas de todo, sin haber ido a ninguna parte, enteradísimos de cuanto ocurre y de lo que va a ocurrir. Algunas de sus soluciones dan risa; tratar una infección hospitalaria con Red Bull. Todos fumadores afectados por la nicotina del poder con síndrome de la ferretería moderna. En los toros estropean el pasodoble pues son todos más del ¡ay! que del olé.

Atacados todos ellos por la misma maldición; la de la incompetencia, escasos de sentido común pero sobrados de sectarismo. Se atreven a pontificar sobre la teoría cuántica de la conciencia pareciendo a veces, que persiguiéndoles la inteligencia ya es casualidad de la vida que tengan que coincidir entre ellos, como se coincide en el hospital con otros enfermos. Hechuras tienen, pero de tabla de planchar.

Claro que me decepcionan, cual incómoda almorrana sangrante, ya que confunden demasiado decir siempre una cosa y su contraria y no se dan cuenta de que para tener idea de que no valen deben antes saber para lo que no sirven.