En varias de sus obras recientes, Rémi Brague, a la hora de analizar el problema de nuestra época, más en concreto el problema que la modernidad tardía plantea a las culturas europeas, recupera el modelo clásico de los trascendentales y establece un triángulo de parejas-contrario en forma de pirámide.

En la cúspide estaría el bien/mal; en el nivel intermedio, la verdad/falsedad, y en la base, el ser/la nada. Una cuestión se funda en la anterior; así, la del bien, en la verdad, y la verdad en el ser. Que el mal se funde en la mentira lo sabemos desde San Agustín, para quien el pecado consistía en no vivir conforme al modo para el que uno ha sido hecho, por tanto, en mentir. "No en vano podemos decir que todo pecado es una mentira".