A estas alturas nadie duda que la manzana, que en su origen era multicolor, poco tiene ya que ver con el brillante matemático Alan Turing, al que el Gobierno inglés terminó abocando al suicidio por no querer entender su singularidad.

Considero factible que al final del arco iris de colores de la mitología irlandesa se encuentren riquezas, pero no acumuladas por los duendes leprechauns. Se podrían atribuir a la suerte que otorga ese trébol omnipresente en la cultura gaélica.

Pero no, es mucho más simple, se llama avaricia: uno de los pecados capitales más antiguos de la humanidad, y en base al cual se ha cimentado un tesoro de 13.000 millones de euros de manzanas vendidas tributando menos de un uno por ciento. ¡Qué principiantes esos pequeños duendes!

La avaricia de una hija de un senador de Estados Unidos también ha llevado a aprobar leyes que dieran ventaja a una farmacéutica para convertirse en otro monopolio, con el objeto de aumentar el precio de un inyectable en un 400% (el último recurso para salvar la vida en caso de un shock anafiláctico fuera de un hospital).

La avaricia que apuntala los intereses políticos y no las convicciones será también la que apuntalen unas terceras elecciones en nuestro país.

Porque al fin y al cabo, para qué engañarnos, "ahí arriba" no está nadie que no deba estar; nadie que no esté dispuesto a arrodillarse para alcanzar el poder. Somos seres imperfectos que vivimos en sociedades imperfectas, que hacen que nada sea tan fácil y tan transparente como creíamos posible en nuestra juventud. Aún así, si amparados en esta realidad le damos la espalda a nuestros principios tan solo obtendremos las cenizas de un futuro a cambio de un presente que nunca querremos recordar. Y todo, por la avaricia.

Como decía "el supremo" Saramago: "Algún día las grandes corporaciones se presentarán a las elecciones a cara descubierta. Será más práctico, más económico, más real."

Puede que algún día encontremos la vacuna para no seguir mordiendo indefinidamente manzanas multicolores a costa de nuestra libertad; mientras tanto, debemos esforzarnos por no olvidarnos de quiénes fuimos y quiénes queremos que sean nuestros nietos e hijos.