"Cuántos sueños no cumplidos, cuántas promesas de amor olvidadas, cuántos días esperando esa carta de amor que no llega y cuántas madres que se han ido con la pena de no ver nunca cumplida la ilusión de abrazar a ese hijo emigrado".

Creo que nada me equivoco si afirmo que la vida de nuestros pueblos, principalmente del rural, desde muchos años atrás, remontémonos a finales del S. XIX y hasta bien entrada la década de los setenta del pasado siglo, está estrechamente ligada con la emigración. Desde Villar de Creciente, aldea desde la que escribo, me hago esta pregunta: ¿quién no tiene o ha tenido alguno de sus miembros en la emigración? El puerto de Vigo fue fiel testigo de tantas despedidas y de muchas lágrimas derramadas. Los pañuelos blancos se agitaban desde el muelle para decirle adiós y algunos buques hacían sonar por su megafonía "Adiós España querida" en unas ocasiones y "El emigrante" en otras. Un retornado que ha vivido esa experiencia, me comentaba: "Aquello era muy duro y más con aquellas canciones. Algunos nos hacíamos los fuertes, pero en cuanto el barco se alejaba del puerto, rompíamos a llorar".

Por descontado, no hubo emigrantes de primera ni de segunda, todos en la mayoría de los casos han tenido una vida muy dura, pero me van a permitir que centre este recuerdo y homenaje en Ladislao Gil Fernández, el más joven y último que emigró de una familia muy querida y respetada en nuestra parroquia, los "arnoias", por ser la Arnoia el lugar de origen de su patriarca. Le habían precedido sus hermanos, Arturo, Fermina y Moisés y el estado de Paraná en el sur de Brasil, su destino. Ladislao fijó su residencia en el municipio de Ivaiporá y allí desarrolló toda su actividad laboral llegando a ser un importante empresario, pero "la que no perdona", se lo ha llevado para siempre en la madrugada del pasado día 27 de julio. Triste fecha para su familia y triste fecha para Villar pues también pierde un hijo que había emigrado en busca de un medio de vida y una estabilidad económica que en aquellos tiempos aquí era imposible encontrar. Ladislao era un hombre de bien, trabajador y emprendedor, honesto y empresario modelo. De él, muchas más virtudes podría enumerar, pero solamente voy a destacar dos: la familia y el cariño a la tierra que lo vio nacer. Si tan alto llegó en sus negocios, en gran parte se lo debió a su inseparable esposa Carmen, una gran señora, brasileña de nacimiento pero descendiente de abuelos granadinos. Ambos han formado una familia ejemplar que le dio cuatro hijos, fieles continuadores de su labor, pues actualmente son los que llevan las riendas de sus muchas empresas, destacando que su hijo varón, actualmente es el "prefeito", (alcalde) de Ivaiporá.

Tampoco nunca se olvidó de la familia que aquí había quedado a la que siempre ayudó y visitaba con frecuencia, levantando sobre una vieja bodega familiar una bonita residencia. Sin duda, su otro amor siempre fue la tierra gallega en general y Villar de una manera muy especial. Los siguientes ejemplos son más que evidentes de su cariño por ella. A su finca y residencia familiar la bautizó como "Recanto galego"; una amplia hacienda dedicada a ganadería y agricultura, toda ella atravesada por el río Ivaí que da nombre al valle de aquella región, le puso de nombre "Facenda Galicia"; el mejor hotel de Ivaiporá, también de su propiedad se llama "Vilhar (Villar) Palace Hotel" y otra muestra del cariño a su tierra de origen, es que habiendo en el centro de la ciudad un terreno inhóspito, él corrió con todos los gastos para su urbanización y acondicionamiento creando un bonito parque público al que ha puesto por nombre "Praça Espanha" y en él se puede contemplar una placa con sentida dedicatoria del matrimonio Ladislao Gil-Carmen Broggi al pueblo que lo acogió como un hijo más. La Praça Espanha es el lugar más visitado de Ivaiporá y a ella acuden los novios el día de su boda para hacerse fotos.

Creo que todo lo contado es suficiente para valorar el gran corazón de este emigrante y una prueba más de agradecimiento a la tierra que lo acogió es que a su empresa puntero, dedicada a toda clase de material para la construcción y ferretería, le ha puesto de nombre "Comercial Ivaiporá", que cuenta con treinta tiendas (sucursales) por todo el estado de Paraná.

Sinceramente creo que todos los emigrantes merecen un recuerdo especial, como pretendo hacer con Ladislao Gil, aquel joven que en 1956, emigró llevando como único equipaje la preparación que había adquirido en la escuela de la parroquia, en la escuela de aquel inolvidable maestro, D. José Iglesias Ogando, que ha preparado a varias generaciones para enfrentarse a la vida en aquellos difíciles años. (El que esto escribe también fue un afortunado por haber sido su alumno, y además, D. José era mi padre).

Y para finalizar creo que es obligado expresar en nombre de los vecinos de Villar y de los habitantes del Concello de Creciente un recuerdo y homenaje a todos los emigrantes y el más sentido pésame por el fallecimiento de Ladislao Gil Fernández. Aquí, su familia también quiere recordarlo de una manera especial y para ello ha organizado un funeral en la Iglesia parroquial de San Jorge de Villar, iglesia que también está bajo la advocación de N.ª Sra. del Rosario, santos a los que siempre le profesó una gran devoción. Será el próximo día 10 de septiembre, sábado, a las 11 de la mañana y en estos momentos a mi memoria viene una frase de un libro de lectura de mi niñez: "Campanita de mi lugar, tú me quieres bien de veras. Cantaste cuando yo nací, llorarás cuando me muera". Esas campanas que habían cantado un lejano día cuando fuera su nacimiento, el 10 de septiembre llorarán por Ladislao, y todos los vecinos, asociaciones de la parroquia y autoridades del Concello debemos de estar allí acompañándoles y en especial a su hermana Sergia, que próximos a cumplir los 88 años, es la única que queda de nueve hermanos.

Para él, descanso eterno y para todos, paz y bien.