Si Mariano Rajoy, presidente del Gobierno en funciones, fracasara en el debate de investidura del próximo día 30 de este mes de agosto, la fecha para unas nuevas generales será el 25 de diciembre. ¡Sin pestañear!

Es evidente que el Gobierno, aunque sea en funciones, no se conforma con manejar los hilos con los que controla nuestras rentas y nuestro patrimonio, porque ahora también quieren controlar nuestra vida familiar. ¿Qué imperiosa necesidad justifica designar el día de Navidad para unas posibles -incluso probables- elecciones generales? ¿Con qué derecho pueden privar a las familias de reunirse en fechas tan señaladas, si algún miembro es designado para formar parte de una mesa electoral, y no digamos si reside y está empadronado en otra ciudad o en otra comunidad autónoma? ¿Por qué las estrategias políticas, absolutamente partidistas y personales, no de interés general, tienen que condicionar la vida privada de los ciudadanos? ¿Hasta dónde llegará nuestra paciencia?

En cualquier caso, la actual situación política en España queda perfectamente resumida en esta frase de un clérigo católico francés, Jacques Benigne Bossuet (1627-1704): "La política es un acto de equilibrio entre la gente que quiere entrar y aquellos que no quieren salir". Y así nos va.