Los bomberos desplegados por todo Portugal para controlar la oleada de incendios forestales -muchos de ellos intencionados- se sentían desbordados ayer por la proliferación de focos, en una jornada crítica para el norte y el archipiélago de Madeira. En la escarpada Funchal, la capital de Madeira, la preocupación era máxima, pues casi una treintena de casas han sido calcinadas por las llamas y 170 vecinos han tenido que ser ingresados en centros sanitarios, la mayoría por inhalación de humo tóxico. Refuerzos de Lisboa acudieron a la isla. Por precaución, al menos dos hospitales fueron evacuados, igual que decenas de habitantes de los barrios más altos de la capital de Madeira. Se cree también que la propagación del fuego de Funchal fue intencionada.