Carta de un paciente de cáncer a una sociedad que no perdona. ¡Por favor " compartir", que se enteren del genocidio que están cometiendo con los enfermos en Vigo!

¿Cuántos latidos me quedan en mi corazón? ¿Cuántos momentos inolvidables por memorizar en mi mente? ¿Cuántos pasos por andar junto a los míos? ¿Cuántas palabras que decir para que me recuerden?... ¿Cuántas preguntas debo hacerme sin saber cuánto tiempo me queda por vivir?

Una vida de trabajo y honradez no llega para que, en la enfermedad, la sociedad haga de mi vida una ruleta rusa, una agonía en vida, una esperanza que no da llegado?

Ellos, esos hombres que no conozco, han decidido que no soy suficientemente importante para seguir viviendo, que los míos ya no necesitarán más de mí, que a mi edad ya no necesito más sueños que vivir? ¡Tendría tanto que gritar! Pero me han silenciado la voz, un igual que yo, unos hombres con familia como yo, con ilusiones como yo, con sueños como yo, han decido sobre si debo o no vivir, respirar, latir.... Una sociedad que no perdona al enfermo, que no siente empatía, que no se compadece, mira hacia otro lado mientras yo solo quiero ver un nuevo horizonte, oír una nueva llamada, sentir un nuevo aliento de esperanza.

Señor con título que todo lo decide, señor que empuña ese revólver que corta mis esperanzas, espero que nunca tenga que conocer a un igual que usted, que no tenga que sentir en su nuca el aliento del que tristemente le manda a la cárcel más cruel que pueda haber; la incertidumbre, la angustia de vivir pegado a un teléfono que traiga esperanza...

Viviré lo suficiente para odiarlo, despreciarlo, desearle lo que yo vivo, soy consciente que solo así la gente tiene una oportunidad de cambiar y mejorar... Soy un hombre de principios, honesto, trabajador y tranquilo, con una familia que me adora, nunca he estado enfermo hasta ahora, no he generado gastos a mi país, he aportado mis impuestos y contribuido a la sociedad, ¡ahora me pregunto para qué! Si cuando caes enfermo ves realmente cómo es tu nación, cómo trata a sus ciudadanos más débiles e indefensos. Alguien dijo alguna vez que un país se mide por cómo trata a sus enfermos, si yo tuviera que medir al mío, me sobraría cinta métrica.

Esta carta va dirigida a los responsables del hospital Álvaro Cunqueiro, de la Xunta y del Gobierno, carta de un enfermo de cáncer que, pese a no sentir el apoyo de la sociedad (que le sobra anuncios y le falta principios), siente que le quedan muchas hojas que escribir y muchos amaneceres que disfrutar. Solo pido más hechos y menos lacitos contra el cáncer; los enfermos no nos curamos con marketing sino con profesionales que se mojan por nosotros y no escupen encima de su juramento hipocrático. Como padre, esposo, abuelo y hombre pido que me dejen vivir?

Me encuentro en una lista de espera agonizante. El verano no es para los enfermos, los fines de semana y puentes, tampoco, ellos se van de vacaciones y mi enfermedad no se toma ni un día libre... ¿es justo este mundo?