A la vista de los crueles comentarios que llevan varios días prodigándose por las redes sociales, en los que se manifiesta un claro desprecio por la vida humana frente a la vida animal, me aventuro a hacer un análisis un poco más profundo del tema porque creo que no es un caso aislado de un individuo friki que se alegra de la muerte de un torero porque está en contra las corridas de toros.

Creo que esta ideología animalista -al igual que la ideología de género- nos la están intentando inculcar sibilinamente para que lleguemos a asimilarla y a aceptarla como si tal cosa, sin hacer ningún tipo de crítica. En mi opinión, no es solo una postura de defensa de los animales (en la que más o menos todos podemos estar de acuerdo: que no hay que maltratar a los animales ni infligirles un sufrimiento gratuito) sino que es una postura manifiestamente contraria a la vida humana. Es decir: se rebaja al ser humano a la misma categoría que a los animales ("el hombre es también un animal", dicen). Pero se quedan únicamente en la parte material del hombre; se niegan a admitir la dimensión espiritual, esto es, que está formado por cuerpo y alma junto con sus potencias que son la inteligencia y la voluntad. Es decir: se niegan a admitir que el ser humano es hijo de Dios, de tal manera que, negando la existencia de un alma espiritual, ya se puede afirmar que el hombre y el animal tienen la misma dignidad.

Esta idea subyace en el subconsciente de cada vez más personas y así, eliminando la dimensión espiritual y negando la dignidad que le corresponde al hombre, se puede legitimar la muerte de ciertas personas, en ciertos casos, como la muerte de un torero porque no nos guste que mate toros, o la muerte de un bebé en el vientre de su madre porque no es un niño deseado o la muerte de un anciano porque ya no es útil o la muerte de un concejal porque no está por el derecho de autodeterminación. La base de la justificación es la misma: la dignidad de la vida de un ser humano es "relativa" dependiendo de la validez que ¡otro ser humano!, (del que depende esa otra vida) le otorgue. Exactamente el mismo baremo que se aplica a unos seres vivos sí y a otros no: los animales grandes, como el toro de lidia, tienen más derecho que los caracoles, por ejemplo, o un perro más que una lechuga. Estas incongruencias pueden ser llevadas al infinito.

El ser humano tiene una dignidad infinita por poseer una dimensión trascendente, cosa, que por más que nos empeñemos, los animales no tienen, por muchas pelis de animalitos de Disney que hayamos visto.