Como ciudadana hastiada por la presente situación política, me gustaría hacer dos apreciaciones. En primer lugar, el PP, aún siendo el partido más votado, no ganó las elecciones del 26-J, pues si así fuese estaría gobernando. En segundo lugar, la presión por formar un gobierno estable no puede recaer sobre el PSOE, eterno rival del PP, que debería ser el responsable de negociar y llegar a acuerdos en primera instancia, por lógica con partidos afines ideológicamente. No corresponde al PSOE dar el gobierno incondicionalmente al PP, pues supondría su sentencia de muerte, avalando una política económica manifiestamente ineficaz y socialmente cuestionable, que poco o nada tienen que ver con la socialdemocracia europea; ahí están las insoportables cifras de déficit y deuda pública, la deuda exterior, el desempleo y la incesante caída de ingresos fiscales, amén del incremento del riesgo de pobreza y exclusión social, comparativamente similares a los de Rumanía.

Después del voto de la esperanza del 20-D, el voto del cansancio y del miedo, acrecentado por el "Brexit", del 26-J nos ha dejado un escenario desalentador en el que los políticos deberían negociar pensando en los graves problemas económicos que nos acucian, con menos estrategia y más pragmatismo, sin volcar sus frustraciones en un chivo expiatorio, que en este caso parece ser el PSOE, personificado en su secretario general.