El martes pasado, en el funeral por Enrique Varela Paz en Santiago de Vigo no cabía un alma más. Quique se ha marchado de entre nosotros con paz, señorío y sencillez, como fue toda su vida.

Muchos lo recordamos en el pazo de La Buzaca. En ese solar de Moraña ha vivido su familia desde el siglo XVI. Aunque podía hacerlo, nunca presumió Quique de su genealogía. En ese pazo, que Quique acondicionó con cariño, se respira un ambiente apacible y armonioso. Allí mostró Quique su esmerada hospitalidad con mucha gente. Se estaba muy a gusto con él, siempre con sentido positivo de la vida y una retranca suya muy simpática y gallega.

Quique fue pionero de varias actividades en nuestra ciudad: los almacenes Gran Vigo, en los que Quique mostró su profesionalidad y discreta eficacia; los seguros La Fe; la librería "Universitaria Sur"; y, con Maite Vázquez, su mujer, su decidida y generosa colaboración con los colegios Montecastelo y las Acacias, inspirados en una visión trascendente de la existencia humana, y en el principio de dignidad de la persona característico del espíritu cristiano, que les convencía y les convenía para sus hijos, y los hijos de sus amigos y conocidos.

La laboriosidad y honradez de Quique, licenciado en Químicas por la Universidad de Santiago, eran incuestionables. Además de las iniciativas citadas, sacó tiempo para otras muchas actividades, pero siempre cuidó que no fuesen en detrimento de su dedicación a la familia, su principal objetivo y ocupación. El viernes me enseñaba orgulloso en el hospital la última foto con todos los suyos: siete hijos y ocho nietos.

Se nos ha ido un amigo y un vigués de los pies a la cabeza.

Descansa en paz, querido Quique, y, ahora, desde el cielo, cuida de todos nosotros.