Era una magnífica tarde de verano, hasta que dos camiones impidiendo la entrada a un centro de discapacitados en la calle Laxe cambiaron mi percepción del comienzo del fin de semana al verme imposibilitado a entrar con la silla de ruedas de mi hija. El energúmeno al volante del volquete que recogía el contenedor de escombros sentenció: "Si no puedes pasar te jo?", mientras el conductor del otro camión se reía amparado en la mesa de una terraza cercana.

No cabía duda, había empezado mal el fin de semana, o al menos, eso pensaba yo; pero la existencia te regala nefastos momentos aderezados con grandiosos momentos, como la noche de ese mismo viernes en la recién inaugurada galería del antiguo mercado del Progreso. Allí, en su interior pude ver otro tipo de camión, uno antiguo, uno que iluminaba un proyecto valiente del que disfrutaba un montón de gente dispar, uno; en el que se le facilita la vida a los discapacitados que allí vi trabajando, y no se le ponían más barreras de las que ya existen en su día a día.