Un terrible desconocimiento sobre la causa del aumento de la temperatura tanto en la superficie de los océanos como en la atmósfera en este presente está acabando con las creencias, para terminar no creyendo ni siquiera en una de las características fundamentales de los metales: la conducción del calor. Debido a este fenómeno, los científicos, a la gresca. ¡Y que no se den cuenta! A causa del aumento de la temperatura por el movimiento del aire sobre el planeta y la contaminación de los mares y de los océanos se está a punto de aniquilar la cadena trófica de la pesca y cierto hábito en la nutrición, así como el fin de fábricas conserveras, lonjas, talleres de redes, etc.

Desde los orígenes, el aire sobre el continente durante el día se calienta y asciende, y el aire fresco que procede del mar ocupa ese espacio del que se elevó, estableciéndose una corriente: brisa. Por la noche, es casi al contrario. Y digo casi esporque la tierra ya no se enfría tan rápidamente, sabiendo que el mar conserva mejor el calor. Si a esta conservación le añadimos mayor duración, o sea, más tiempo en la acción de ese fluido del aire de la tierra hacia el mar, figúrese...; porque este calor se comporta como fuerza excitadora en el aire atmosférico bajo el recinto de la capa de ozono, herida muy seriamente por ese gas que funciona como broca en el taladro que agujereó su filtración al espacio exterior.

El calor nos amenaza gravemente debido a la proliferación de barcos con más de trescientos metros de eslora, gracias a ese consumo exacerbado de fuel-oil, transformado en un tóxico gas por incendio del ingenio para propulsar a esa marina mercante y pasajera... ; que atracada con los otros... transmiten el calor absorbido por los cascos, de la cubierta y el puente por mayor temperatura hasta alcanzar el mismo nivel térmico. Lo mismo sucede con los diques de los puertos. ¿La solución? Revestir los cascos, como mínimo, recuperando la madera, que es lo ecológico, aunque encarezca el producto (que va como siempre a repercutir en el cliente), por duración en la ejecución del trabajo, mejorando además de la seguridad por protección del casco contra los golpes, el bienestar, gracias al renacer del carpintero de madera y descenso del desempleo, la repoblación de los bosques con maderas de calidad, la moderación de la temperatura atmosférica; ¡porque no tenemos prisa por morir a manos del fracaso! ¿O sí? Si a esto le añadimos la acción del viento que por roce con el continente cada vez más poblado de edificios revestidos con chapa de metal y obras de piedra como de hormigón armado y de estructuras metálicas en puentes, viaductos, naves industriales, así como: automóviles, camiones, autobuses, grúas, excavadoras, aviones, carros de combate, trenes; que a igual que aquéllos, funcionan como acumuladores y exhaladores de humos muy muy calientes, además, de otros ingenios que extraen el calor de las oficinas, de los grandes almacenes e hipermercados y de las viviendas; pues, no es de extrañar que la población cada vez más envejecida, termine por no creer en nada, ni tan siquiera en la existencia del alma después la muerte. Porque a esto se le llama pragmatismo, porque es la verdad en los efectos prácticos. O sea, protestantismo.

¿Se comprende el por qué blanqueaban con mortero de yeso o de cal? para reflejar la radiación del sol; y aún así...