Llevo dos años sufriendo en mis propias carnes la sensación de impotencia y desesperación al ver cómo la alegría de mi hija poco a poco se va consumiendo, como la luz de una vela.

Dos años de verdadero sufrimiento, viéndola bajar cada día del autobús escolar, triste, amargada, llorando, etc.

Lo peor es que lo comunicas al centro educativo y no hacen nada la primera vez; lo vuelves a comunicar, pero esta vez con amenazas de denuncias y sorprendentemente activan un protocolo que tienen de actuación, cosa que la primera vez no lo hicieron. Después de activar dicho protocolo, milagrosamente cesan las vejaciones e insultos hacia mi hija, ya que claro, como tienen que avisar al supuesto agresor el no hace nada ya que se siente observado y controlado.

Pero vuelve a pasar, después de que el protocolo se cierra dictaminando que no es acoso escolar, me vinieron diciendo que son cosas de niños. Cosas de niños que después leemos en la prensa o vemos por televisión las consecuencias de que nadie haga nada.

Desgraciadamente, hemos optado por cambiar a la niña de centro educativo, por petición reiterada de la niña; dicho por la niña: "Papa prefiero perder a mis amigas y no tener que volver a ver a esa persona delante mía". Ya que para el próximo curso no podían cambiar al supuesto agresor de clase porque sería como un castigo o sanción para él.

Me pregunto yo si tenemos que esperar a que sigan ocurriendo más desgracias de acoso escolar para que alguien tome más medidas.. El centro escolar en el cual sucedió esto es el CEIP Chano Piñeiro de Gondomar.