Hay un dicho popular que nos dice que una vez viejos, dos veces niños (que bien comparto).Y de que estos mayores se van haciendo inquietos, exigentes, protestones, rosmones y hasta mal educados. Y por si aún fuera poco, también tienen aquello de que los viejos son dos veces niños por sus similares terquedades, caprichos o berrinches. Conceptos generalizados que, quieras o no quieras, creo que bien ganados calificativos -cuando el río suena, agua lleva-. Mientras que los niños, en tanto no sepan hablar y nos entiendan, será causa muchas veces, de sus justificados cabreos, por hacerles tragar lo que no les gusta, molestias que le producimos o que se les riñe sin razón -y no vamos a pensar en alguna enfermedad-. Es la única forma en que saben manifestarse. Salvo las excepciones que pueda haber, en ambos casos. Con suerte de estos y sus cuidadores.

Refiriéndome a los primeros, felicitemos a aquellos que mientras no alcancen la gloria, al menos estén bien atendidos en este mundo. Suerte si por hijos, nietos, otros parientes o por sus medios económicos (para ser atendidos por profesiones). A quien tienen mucho que agradecerles si los atienden con dignidad, abnegación, resignación, que ni todos tenemos esas cualidades para hacer tal servicio, con sacrificio desinteresado. Con ello quiero llegar más lejos y pedir por aquellos o aquellas que mal viven entre nosotros, que con frecuencia vemos en la calle y peor los que no vemos, metidos en sus "casas", enfermos o imposibilitados y lamentable aquellos otros que viven solos, por falta ya de su pareja -o que nunca la tuvieron-, sin familia a quien acudir, incluso pidiendo por su muerte que a veces caprichosa hasta tarda en llegar. Pedir a quien corresponda, mayor protagonismo por si en algo podemos paliar esta desdichada situación humana.