Y es hoy, que con el pasar de los años y el crecer de mi experiencia, me pregunto: ¿Acaso no era D. Alonso Quijano el más cuerdo de los caballeros?

En este mundo convulso y cambiante que nos toca enderezar, añoro la templanza y el valor de quien apoyado en su fe no duda acometer contra gigantes que lo doblan en tamaño y fuerza. Que por amor incondicional se echa el mundo por montera y cabalga sobre su fiel Rocinante. Quien busca el diálogo antes que la batalla. Quien no duda en arriesgar su vida por liberar aquellos que él veía esclavos. Quien protege a su escudero como a un hijo y además le enseña los secretos de la vida. "Sábete Sancho que no es un hombre más que otro, si no hace más que otro", le dice, así, como si nada y de repente encierra en esta frase la esencia de la vida. Ingenioso hidalgo que de forma alegre y simple nos enseña el significado de palabras otrora sagradas como amor, amistad, lealtad, valentía, integridad y respeto. Palabras que han ido cayendo lentamente en el cajón de lo superfluo debido al uso que hemos hecho de ellas. O qué decir de quien nada para sí quiere, lo regala todo y bien delega cuando se ha de gobernar, ya sean propiedades, castillos o ínsulas. Quien nunca bebe solo y sabe que el mejor vino es aquel que se bebe en compañía.

Imagino su figura cabalgando su corcel y embistiendo con empeño a aquellos que su ínsula saquean y reparten los tesoros de la patria, y es hoy que lo imagino en este IV centenario, que no hay molinos, que no hay gigantes, pero abundan malhechores a los que salirle al camino y gritarles ¡alto al caballero! Y es hoy, que con el pasar de los años y el crecer de mi experiencia, me pregunto: ¿Acaso no era el más cuerdo y sabio de los hombres aquel caballero que supo vivir como hoy no sabemos y a tenor de lo veo, jamás sabremos?