¿Qué partido político tiene el deber defender la socialdemocracia? ¿Aquel que tiene sus orígenes y raíces en las clases llamadas populares? ¿Ese que solo defiende sus intereses políticos y quiere mantener el status quo de toda la vida? ¿O uno que se transforme con el tiempo y que tenga como objetivo ganar más adeptos a su causa y esté más comprometido con el futuro político que con el origen social?

Hoy en día los politólogos, sociólogos y antropólogos constatan que ya no existe el militante o simpatizante clásico socialdemócrata y que los partidos a nivel europeo no se percataron o no quisieron ver los cambios. La erosión dentro del electorado clásico socialista o socialdemócrata se está viendo ya en la Europa Central, donde la llamada clase obrera vota a partidos populistas de derecha o extrema derecha. Si la socialdemocracia quiere revitalizarse hay que eliminar dentro de las organizaciones políticas el nepotismo interno y las carreras exclusivamente político-profesionales. Estar solo para repartir rosas y pegar carteles tampoco es muy atractivo para las nuevas generaciones y por supuesto hay que abrir las puertas a los nuevos profesionales.

Las políticas socialdemócratas tienen que adaptarse a los nuevos tiempos porque si no los partidos de corte socialdemócrata corren el riesgo de ser partidos sin fuego, que predican sin calor y que socorren a los pobres sin buscarlos.