Antes -principalmente en el interior y no hace mucho años- los padres, por el hecho de serlo, tenían la batuta en la mano para la educación de sus hijos en la medida de su capacidad -la que no vamos a juzgar aquí- los que, con su mejor intención les iban inculcando sus experiencias y costumbres con los que disfrutaban, viendo con orgullo como los niños, les imitaban hasta tomando en ayunas su copita de aguardiente, luego su vasito de vino a su hora y por último a escondidas un cigarrillo -mataquintos-, que sus padres bien sabían su origen. Y con esa ignorancia, hasta éramos felices.

Naturalmente, estaban más integrados en la unión familiar viendo más de cerca sus necesidades, sus miserias y sus sentimientos. Y lo que decían los padres, incluso los abuelos, iba a misa. Eran los maestros con sus sabias experiencias, para vivir de una mala explotada agricultura, salvo las excepciones de terratenientes, o cargos políticos o militares que enviaban a sus hijos a estudiar.

Desde el día que, afortunadamente, se fueron imponiendo las escuelas de párvulos, donde nada había, serían los maestros los que -a atrancas y barrancas- se hicieron cargo de la batuta, para dirigir a los niños en otros conocimientos generalizados, sustituyendo lo que estos aprendían en sus casas. Ya no mandaban solo sus padres y menos sus abuelos, con sus "sabias experiencias"? Cuando no trataban ya ellos, los niños, de enseñarles el camino más recto a sus padres. Y pronto, con mayores conocimientos y tendencias políticas de sus profesores, se pudo alcanzar la República, excluyendo a la Monarquía.

Y como había y hay tantos nuevos talentos -que nadie pone duda, pero sin experiencia-, pronto aquella situación para algunos, no alcanzaba la satisfacción que esperaban de buenos empleos para todos. Había por tanto que cambiar aquello por algo más progresista, donde todos fuéramos iguales, repartiendo lo que había. Nos tocó, lo recuerdo bien, iniciarlo en los colegios, en la calle con mítines, manifestaciones, algaradas, huelgas y quemando y rompiendo algunas cosas, pasando a los trompazos y de seguido a los asesinatos. El padre de un amigo de Cabral, enlace Sindical, sería uno de los primeros y de seguido D. Estanislao Núñez, en el Calvario, a la vez que quemando su chalet, y luego coser y cantar. Para que seguir, después de tocarme siete años de servicio obligatorio militar.

Todo por precipitarse, por falta de cabezas frías, sin esperar por unas elecciones que el ciudadano decidiera y después, saber respetar la mayoría de quien corresponda, lo que indudablemente no será a gusto de todos, pero hay que saber perder. Situación que hoy mismo es de lamentar y esperemos que no pase de aquí.

Francisco Sabucedo Fernández