Cuando alguien dice "adiós", se suele interpretar que es una despedida definitiva. Pues este es un adiós a mi novia. Ahora resulta que la chica... se casa. Y yo no puedo menos que despedirme de ella. Esto es lo que yo le transmití con un imaginable mensaje subliminal:

- "¿Pero estás segura de lo que vas a hacer?"

E intenté que reflexionara sobre esa decisión. Para tratar de conseguirlo, añadí a mis argumentos todo lo que pudiera descalificar al chico: sus defectos... e incluso de sus virtudes, el lado negativo. Pero así no hubo forma de desanimarla. Entonces apelé a las virtudes de ella misma: su buen talante, el envidiable carácter, su espíritu de sacrificio... y otras cualidades que él no tuviera, para hacerle pensar que ella merecía algo mejor. Pues tampoco de esta manera hice que retrocediera, ya que por su modestia y humildad no reconocía dichos elogios. Y desde luego, mi argumento estrella: que el estado natural de los humanos, es el estado soltero. Pero no sé porqué, siempre que lo uso suele sonar a broma.

Al final tuve que asumir que ella no iba a dejar a ese chico y que se casaba con él. Y ahora sí que ya no hay tiempo para dar marcha atrás. Cuando junio tenga días compuestos de dos cifras, ya no habrá nada que hacer para impedirlo. Por eso recurro desde esta plataforma a simplemente despedirme con la mayor de las tranquilidades y satisfacciones al haberle advertido bien si estaba segura de lo que iba a hacer y con quién lo iba a hacer. Es por eso que un "adiós" como este no genera la tristeza de una despedida para siempre, sino todo lo contrario, sí... gran alegría.

Así pues, solo me queda darle mi último "adiós" a una relación, sí, la despedida definitiva que en unos días le daré como novia a una chica diez, porque en lo que se agota la cuenta atrás que ya comenzó, se habrá casado... ¡conmigo! ¡Alegría! Será la transformación de novia a compañera.

Adiós novia, ¡bienvenida pareja!