Más allá de las canas, asentada la retina tras el primer fogonazo deslumbrante del brillo de algunas calvas que todavía son más excepción que regla, superadas las barreras (barreras con b minúscula, naturalmente, que no se me den por aludidos Carlos y Rafa) preventivas de las apariencias curriculares, de los chalecos interiores a prueba de las miradas de los otros y de los instintos atávicos que nos inducen inconscientemente a preservar imperceptibles señas de pertenencia a alguna de las tribus sociológicas -urbanitas o ruralitas-, aplicados o inconstantes, mentalistas o futbolistas, anglófilos o afrancesados, internos o externos y todos los calificativos antónimos que se os ocurran, os he visto, nos ha visto a todos ¡tal como éramos!, entonces, cuando iniciamos el largo exorcismo de los fantasmas interiores que arrastraban sus cadenas por nuestras distintas y distantes cándidas adolescencias.

Durante algunas horas hemos tenido el privilegio de hacer un viaje al pasado, cada uno de nosotros con explosivos cócteles de desventuras y aventuras, de incertidumbres y hallazgos, de concesiones al miedo y decididas proposiciones de afrontar la vida con coraje, de complejos sobrevalorados y megalomanías biodegradables que el tiempo se ha encargado de ir reduciendo a mínimas expresiones en nuestras respectivas personalidades.

Luego, cuando hemos regresado del pasado, nos hemos dicho los unos a los otros ¡hasta la próxima! Y hemos vuelto a dispersarnos por el presente en distintas direcciones hacia el futuro, me ha dado la sensación de que hay algo en común a todos nosotros que nos une, entre las muchas cosas que nos diferencian ¡tal como somos! en la actualidad. Como si en cada una de nuestras 52 figuras humanas que ha ido esculpiendo la historia desde el 68 (¡qué buena cosecha) se distinguiese la marca de la mano invisible y anónima de un único artista que, como suele ocurrirle a los genios del Arte, ha hecho la misma obra con distintos rostros, distintos caracteres, distintas biografías, distintos tamaños, distintos colores: hombres libres, generalmente tolerantes, con capacidad para tener criterios propios sin renunciar a escuchar y analizar criterios ajenos y decididos a reír lo más posible con el mundo, pero con la empatía necesaria para sufrir con él y por él cuando se le acentúa ese defecto de fabricación que le impide girar igual para todos.

¡Ha sido un placer reconoceros! No por fuera, o sea, vuestras caras, que en algunos casos ha sido más difícil que reubicar por colores las caras del dichoso cubo de Rubik, sino por dentro, que en la inmensa mayoría de las ocasiones ha reducido a 48 vertiginosos segundos los 48 años transcurridos. Y ha sido un placer, sobre todo, saber que casi todos mantenéis erguido, casi todo: la ilusión, el ánimo, el aparato reproductor? de los sueños. En ese delicado asunto, que queréis que os diga, por lo visto y oído la excepción confirma la regla: solo unos cuantos mantienen erguido todo, absolutamente todo. Pero no estoy dispuesto a desvelar sus nombres sin la presencia de mis abogados.

Habrá sido corto, pero ha sido intenso este "mayo del 68" en el que nuestra imaginación, con 48 años de retraso, ha tomado el poder durante 24 horas.