Amigo imaginario:

Aunque no lo creas, en lo que al panorama político se refiere, continuamos con un Gobierno en funciones. No han sido capaces de lograr acuerdos para integrar una coalición sólida que permitiera formar un Ejecutivo estable. De manera que, después de una tercera ronda de consultas convocada por el rey, estamos a las puertas de acudir de nuevo a las urnas el próximo 26 de junio. Y vuelta a empezar. Porque, me temo, los actores van a ser los mismos, interpretando el mismo papel. Estamos atrapados en un bucle, y acabaremos todos mareados, decepcionados, hastiados y muy cabreados. Es decir, con ganas de mandar todo a hacer puñetas. Porque nosotros, como ciudadanos, hemos cumplido con nuestra obligación yendo a votar, y maldita la gracia que nos hace tener que repetir la jugada. Ellos, sin embargo, no han hecho los deberes. O los han hecho mal, y a propósito. Y eso merecería un castigo. Porque unas nuevas elecciones, campaña electoral incluida, supone otro desembolso importante -¡indecente!-, una sangría para las arcas públicas. Y, también, para nuestros maltrechos bolsillos.

Los ciudadanos de a pie, ¡como siempre!, seguiremos pagando los sueldos -¡y los errores!- de toda esta fauna política. De los que están y de los que vendrán. Se dice que de los errores siempre se aprende, y estoy de acuerdo con esa afirmación. Pero es condición sine qua non reconocerlos. De lo contrario, no habremos aprendido nada y volveremos a cometerlos. Y ahí lo dejo.

Por lo demás, amigo mío, las cosas poco han cambiado: continúan saliendo a la luz nuevos casos de corrupción. Más de lo mismo, pero con nuevos personajes. ¡Joder, qué tropa! Y, por si no tuviéramos bastante, ahora se han descubierto los denominados Papeles de Panamá (anteriormente, en enero de 2013, fueron los papeles de Bárcenas) -¡Coño! Este país ya parece una papelera-, relacionados con evasión de capitales, en los que aparecen empresas ficticias a nombre de personajes de la política, del cine y de la televisión, cantantes, deportistas... El abanico es tan amplio, que más parece un paipay filipino. Aquí no se salva nadie. Y mientras tanto, en España -¡una gran nación!-, una nave sin rumbo, tenemos cuatro millones de parados forzosos. Pero parece que, para nuestros gobernantes, se trata de un problema menor.

Así las cosas, paciente amigo, concluyo diciendo que, a la vista de esta fugaz y estrafalaria legislatura, los líderes de las formaciones más representativas no han sabido gestionar los votos que les otorgaron los ciudadanos. Y esa incapacidad puede volver a producirse. ¡Dios nos coja confesados! Porque arrepentidos -y mucho- ya estamos. Un fuerte abrazo.