Pongamos que me llamo? Ese es un dato irrelevante para alguien que ha sido testigo en un lugar, y un sitio, donde todos pensamos que debiéramos ser iguales; sí, la habitación de un hospital. Allí es donde por casualidad pude escuchar como un hombre que lo tenía todo, bueno, casi todo a excepción de la salud que había escapado de él más rápido de lo que su fortuna la había podido perseguir a través de prestigiosos centros sanitarios de medio mundo, se lamentaba de que todo su dinero no podría comprarle un día más, un perfecto día de cielo azul más. Se lamentaba de todos los que se le habían escurrido entre las manos pensando que siempre habría muchos más; se lamentaba de haberse hecho ciego a amaneceres y atardeceres ocultos en lo que nunca habían sido problemas.

De camino a casa, masticando cada gota de aire azul como si fuese la última, me crucé con dos chavales que estaban pidiendo en la calle, entre juegos y bromas exprimiendo su "no día". Parecían tan felices a pesar de todo.

¿Y si realmente este fuese mi último día azul? ¿Y si fuese tu último día azul?