En un tiempo casi olvidado en mi memoria tuve un profesor que repetía hasta la extenuación: ¨que sin trabajo no hay atajo¨. Y extenuados, nosotros sus alumnos hacíamos caso omiso, conscientes de que los Roldanes, los Mario Conde, los Ruiz Mateos de nuestra época de juventud, eran el modelo a seguir. Con el tiempo y las duras enseñanzas del mismo me he percatado que estos individuos que proliferan más en nuestro país que en los nórdicos y germanos, tienen un calificativo: Campeones. Campeones del engaño, del fraude pero, sobre todo; de ser apóstoles del no esfuerzo.

Esto no tendría mayor relevancia si no viésemos en los colegios como los niños relegan al ostracismo a los que trabajan duro por su futuro, a los que en un partido defienden a muerte mientras los demás únicamente se pelean por la pelota para meter un gol o un triple.

Gracias a Dios, estos jóvenes y sus padres ayer habrán aprendido una lección impartida por un antaño futbolista fajador, ahora convertido en gurú de la gestión de recursos humanos, en la que él predica con el ejemplo que el único camino para el triunfo es el trabajo honesto y el respeto.