Una de las primeras cosas que cualquier concursante de "Gran Hermano" olvida es la presencia de las cámaras. Durante los primeros días en la Casa, los concursantes sobreactúan, fingen algo que no son y apenas pueden evitar mirar de reojo a las cámaras distribuidas por doquier. Sin embargo, pasadas unas semanas, los encerrados comienzan a olvidarse de que la audiencia les observa y a algunos incluso parece traerles sin cuidado. Empiezan, en definitiva, a comportarse como lo que son. Recuerdo este programa de televisión porque hay mucho de "Gran Hermano" en la política actual. Rajoy es el que lleva más tiempo en la Casa y el primero en olvidarse de las cámaras y de lo que ocurre en la vida real. Es como si entendiese que mostrarse como uno es desde el primer momento, por mucho que aburra y sulfure al público, es la única manera de llegar al final y ganar el concurso y de paso las elecciones. Sánchez, Iglesias y Rivera, en cambio, todavía se pasean por la Casa con un ojo puesto en las cámaras. No son todavía ellos mismos. Sobreactúan. Amenazan con nominarse recíprocamente. Viven de lo que se piense de ellos afuera. Sin embargo, a uno de ellos -el que siempre ha denunciado la podredumbre de los cimientos de la Casa- comienza a pasarle factura el encierro y ya no repara tanto en el ojo de Orwell. ¿En qué se nota? En sus cada vez más frecuentes calentones, más propios de la vida doméstica que de un escenario de exposición pública. Pero si esperamos un poco más, a los otros les pasará lo mismo. Y entonces sabremos quiénes son de verdad.