Desde hace tiempo, los conventos están cerrando sus puertas por falta de crecimiento, algunos las mantienen abiertas, pero esto se debe a la llegada de monjas de otros países.

Hace años, las mujeres tenían mucha vocación para convertirse en monjas, pero con el paso del tiempo sus hábitos han cambiado y hoy tienen más vocación por la política. Podemos decir que las políticas de hoy son las monjas del pasado.

Cuando en la televisión vemos a las mujeres políticas, me doy cuenta que son muy diferentes a las que conocemos. La mujer política ha perdido toda su feminidad. Ellas se dan cuenta y tratan de mejorar su imagen, llevando sus críos a los plenos o al Congreso para demostrar lo contrario.

Si tengo que escoger entre una política o una mujer futbolista, me quedaré siempre con la segunda. Estas tratan de imitar a los hombres, como un Nolito, Aspas o Messi, pero siguen manteniendo fuera de los terrenos de juego su sensualidad y maneras femeninas, cosa que no vemos en las políticas.

La política es muy sucia y las mujeres no son capaces de limpiarla. El ejemplo lo tenemos en el fallido debate de la investidura de Pedro Sánchez. En el Congreso una mujer tomó la palabra y empezó su sermón con unos versos, para después hablar de más autogobierno para Galicia. Esa mujer había recibido un puñado de votos, pero hablaba como si estuviese representando a todos los gallegos. Siempre creí que las mujeres eran las únicas que podían mejorar el mundo, pero no es así.

Se dice que el camino más corto para llegar a la corrupción es la política. Una persona íntegra nunca se meterá en la política, pues a los dos días quedará contagiada. Hoy las mujeres quieren cambiar su feminidad profunda por la masculinización y el lugar más perfecto es la política.