José Antonio (Ñito) ya no saldrá nunca más en bici con sus compañeros. Un conductor se lo ha llevado por delante junto con otros 7 ciclistas el sábado, 12 de marzo, por la mañana. Soy consciente de que yo podría haber estado en su lugar. Muchas veces he coincidido con este grupo y suelo ocupar el último puesto a la izquierda, el mismo lugar que ocupaba Ñito aquel día. Dios no lo ha querido?

Una simple cruz hecha de ramas muestra el lugar del trágico suceso. La calzada está limpia sin restos de sangre ni de bicicletas esparcidas en pedazos. El entorno parece agradable con el mar al fondo y parece que el sol quiere asomarse. Por la carretera algunos coches pasan a velocidades de vértigo, como si la vida dependiera de estos 2 minutos que podrían ganar. Espero no molestarles con mi presencia. En mi mente aparecen las imágenes del funeral. Tarde de desolación?

Vivimos en un mundo donde abundan los necios. Aquellos son todas estas personas que estaban riéndose y hablando en voz alto durante el funeral, sin el más mínimo respeto al fallecido y a sus familiares. Aquellos son los que ponen comentarios de muy mal gusto debajo de las noticias en los periódicos. Para ellos, los ciclistas no respetamos las normas de circulación, ralentizamos el tráfico, pensamos que la carretera es nuestra y, sobre todo, estorbamos a los vehículos motorizados. Estos deberían de ser los únicos con derecho a utilizar las carreteras.

No tenéis ninguna sensibilidad. ¿Cómo os sentiríais, si la niña de 14 años que ayer necesitaba la ayuda de dos personas para poder mantenerse en pie por el profundo dolor que sentía, fuera vuestra hija?

Que sepáis que los ciclistas somos más libres. En vez de escuchar el ruido del motor y respirar gases, escuchamos los silbidos de los pájaros, respiramos el aire del mar o de la montaña y disfrutamos sin prisas ni agobios de los paisajes hermosos que nos ofrece esta tierra. Una tierra habitada en gran parte por egoístas y materialistas. Pero que sepáis también que algún día habrá justicia, que el libro que cuenta vuestra vida será abierto y que cada uno debe de cargar con su propia conciencia.

José Antonio, descanse en paz.