Siempre me he preguntado qué es lo que vio el escritor pagano, que vivió en Antioquía, siglo IV, Amiano Marcelino para escribir -aunque su testimonio estuviera motivado por la animosidad- que los cristianos, cuando luchan entre sí, son los enemigos más encarnizados y "más peligrosos que las fieras".

No es el momento de hablar de las peleas entre hermanos, de la unidad en la Iglesia, en clave de San Cipriano de Cartago. De lo que se trata ahora, también en España, es de iniciar una reflexión sobre el futuro del cristianismo, de la propuesta cristiana, y de los cristianos en la sociedad postsecular. Es decir, del rol de lo cristiano en los próximos tiempos. España, un país en el que se está fraguando un cambio de paradigma y eje sobre el que vertebrar el consenso social y político, la forma de convivencia.

Es hora de recuperar el concepto, y la dinámica, a modo de invitación a la reflexión, de las "minorías creativas". Un cristianismo de minorías creativas. Teniendo siempre en cuenta lo que escribiera Edith Stein en la Epifanía de 1940: "Los acontecimientos decisivos de la historia del mundo fueron esencialmente influenciados por almas sobre las cuales nada decían los libros de historia. Y cuáles sean las alas a las que hemos de agradecer los acontecimientos decisivos de nuestra vida personal es algo que solo experimentaremos en el día en que todo lo ocultó será revelado".