Llegó el momento de las ilustres clases dirigentes, llegó el momento de las excelsas clases políticas, tan egocéntricamente por ellas mismas consideradas, llegó su hora, llegó el tiempo, llegó el día en el cual tendrían que haber demostrado su valor real, su verdadero estatus en este país de pandereta.

Tras muchos, largos años, en los cuales, todo se decidía sin oposición, todo se basaba en unas enfermas y denigrantes mayorías absolutas, en las cuales quedaban fuera de lugar cualquier discrepancia, cualquier divergencia, cualquier opinión contraria. Ya fuese de un color, ya fuese de otro, ya significase una ideología determinada, ya fuese otra distinta (en el fondo, ambas derivaron en puntos comunes, muy a pesar del sufrido ciudadano), se fueron turnando a lo largo del tiempo, sin imaginarse, sin pensar alguna vez si quiera, que el currito votante, empezaba a cansarse de tanto "mando y dispongo porque yo lo digo".

Y sin más, de repente, todo ha cambiado, nuevos partidos, nuevas ideas, nuevas necesidades de negociación, nuevas formas de decidir, nuevas necesidades de establecer pactos, de llegar a acuerdos, de mirar más allá del uno mismo, la consagración de la democracia por fin en este país, reitero de pandereta, el despertar de esta sociedad ante la verdadera democracia, que no es más, que el respeto de todas y cada una de las ideas, de todos y cada uno de los ciudadanos, de cada miserable voto, algo que con las infames y bochornosas mayorías absolutas hasta este momento, se vieron arrinconadas y humilladas, legislatura tras legislatura.

¿Con qué panorama nos encontramos en este momento? ¿Cuál es el valor real de nuestra clase dirigente, de estas élites de pacotilla, de estos autodenominados políticos de vocación, incapaces de llegar a mínimos y exigibles acuerdos, incompetentes para interpretar la voluntad de sus votantes, amparándose en el denominado por ellos mismos " bien común". ¿ Verlos interpretar sus paupérrimos guiones de negociadores, cuando su única meta es conseguir por todos los medios nuevas elecciones, nuevas mayorías al precio que sea?

Por si fuese ya esta situación poco alentadora, lo que nos quedaba por oír, por aguantar, por escuchar, la imputación al ciudadano, la culpabilidad del ciudadano de unos resultados, que reitero, son, y significan de una vez y por fin, la manifestación más extensa del término democracia, esto es, la visualización de las opciones políticas de cada ciudadano, que debe ser recogidas y adoptadas por estas desilusionantes élites políticas que por desgracia o por merecimiento propio, nos han tocado, como si de una tómbola se tratase.

¿Será esta manifiesta incapacidad de interpretación de la democracia por esta clase política resultado de cuarenta años de gobierno autoritario, de una dictadura? Quizás, ¿será innato a nuestros genes esta forma de elegir a representantes de esta guisa de incompetencia? Quizás, lo único cierto y real, por fin, ya era hora, la " democracia autoritaria" de las mayorías, ha dejado paso a la democracia real de los pactos y el diálogo, muy a pesar de estos "políticos de tómbola".