A raíz de la reciente noticia de un muerto y cinco personas hospitalizadas, tres de ellas en estado grave -con la posibilidad de sufrir incapacidad irreversible- en Francia, a causa de un ensayo clínico, me surgen muchas incógnitas. La principal es: ¿qué lleva a individuos sanos a convertirse en cobayas de empresas farmacéuticas con tan alto riesgo sobre sus vidas?

Las autoridades galas afirman que los riesgos que corren los voluntarios son mínimos y que fue un desgraciado accidente. Sea como fuere, ha ocurrido y es muy posible que el hecho haga desistir a algún dudoso de ofrecerse para un experimento médico.

Desconozco qué motiva a alguien a permitir experimentar en su cuerpo: quizás el tener algún familiar con esa enfermedad que se trata de vencer con esas pruebas. ¿Por dinero? Puede, algunos laboratorios parece que pagan muy bien ¿Por hacer una buena labor en favor de la humanidad? ¿Por promover los avances científicos?

A no ser que conozcamos personalmente a alguno de esos voluntarios, no sabremos realmente qué les mueve a serlo.

Lo que nadie puede dudar es que, de un modo u otro, nos beneficiamos todos de su gesto. Si los medicamentos nuevos no son probados en un grupo reducido de personas antes de salir al mercado, ya se imaginan lo que podría suceder: el riesgo podría pasar de unos pocos a millones en todo el mundo.

En cualquiera de los países con empresas farmacéuticas estoy segura de que tomarán más precauciones, si cabe, para que esto no vuelva a suceder. Eso quiero creer.